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La fuerza del silencio en la liturgia

El Sagrado Silencio


Hoy más que nunca, debemos de enfatizar la importancia del silencio en la liturgia. En el contexto contemporáneo el silencio no tiene mucha consideración en una sociedad donde las redes sociales, el materialismo y consumismo ocupan un lugar de importancia en el corazón del hombre moderno.


El silencio en la liturgia permite reflexionar sobre lo que se ha escuchado y experimentado, abriendo el corazón al misterio revelado.[i] Y esto es mucho más importante para los ministerios de música en la Misa. El documento la Música en el Culto Católico nos dice claramente que: “La música brota del silencio y vuelve al silencio. Dios se revela tanto en la belleza del canto, como en el poder del silencio.”[ii]


El primer lenguaje de Dios es el silencio; debemos aprender a ser silenciosos y a descansar en Dios. Primero que nada, “el clima de silencio interior y exterior es propio de cada celebración litúrgica. De hecho, se trata de disponer el ánimo para escuchar a Dios, que habla a su pueblo, de elevarle alabanzas con regocijo y recibir de su misericordia las maravillas de la gracia que son los sacramentos”.[iii]


El Cardenal africano Roberto Sarah, anterior prefecto de la Congregación para el Culto Divino nos recuerda la importancia de que los cristianos entren “en el silencio porque sin el silencio, permanecemos en una ilusión mortal. El silencio es más importante que cualquier otra obra humana, porque habla Dios.”


“Para reconocerle presente en el mundo, es más, ¡en la acción pública que es la liturgia –sagrada precisamente con motivo de la Presencia– es necesario “guardar silencio!, es decir, callar. Es necesario callar para escuchar, como al inicio de un concierto, de lo contrario el culto, es decir, la relación cultivada, profunda con Dios, no puede comenzar, no se Le puede “celebrar”. [iv]


El silencio interior es sumamente difícil, pero tenemos que esforzarnos por pedirlo. Sin silencio interior y exterior, cualquier intento de reflexión, de devoción y de contemplación se extingue al nacer.


El silencio nos proporciona una visión nueva de todas las cosas. Sin el silencio es imposible cultivar la oración y la inspiración. San Juan de Ávila, nos advierte que “quien ora ha de estar recogido, centrado y en silencio ante Dios”. Solo en el silencio llegamos a Dios.


Para todos los que ejercemos un ministerio en la Iglesia, es importante recordar que lo más importante no es aquello que decimos, sino aquello que Dios nos dice y lo que dice a través de nosotros.


Cuando estamos en la Iglesia en misa, estamos encerrados en nuestro propio tiempo y espacio, y solemos pensar que estamos sólo allí, unidos al Sacerdote y con los demás para ofrecer nuestra Misa particular. Pero en realidad Cristo nos está invitando a traspasar el velo del tiempo, para elevarnos fuera de nuestro tiempo hasta el eterno presente divino, al santuario del Cielo, donde El nos lleva a la presencia del Padre (cf. Hb. 10, 19-21).


En cada Misa no somos seres ‘individuales’, ni un círculo ‘cerrado’ que se reúne en un templo cada Domingo para celebrar el Misterio Pascual. Cada congregación es parte de un algo mucho más grande que traspasa las barreras del tiempo y espacio.


Es necesario también incluir también aquellos miembros que viven y están fuera de un determinado espacio o templo. En otras palabras, la Misa es algo más que una celebración privada o hasta parroquial. En realidad, es una celebración universal y cósmica que incluye a todos los fieles presentes y ausentes (incluyendo a los Ángeles y Arcángeles). La asamblea reunida abarca también no solo el universo sino también todos los fieles difuntos que nos precedieron en la fe.[v]


En la Liturgia de la Iglesia cada Domingo nos reunimos como Iglesia Peregrina, Iglesia Purgante y Iglesia Celestial. No todas separadas, sino como una sola Iglesia Santa, Católica y Apostólica. En esta triple connotación escatológica de nuestra fe, reconocemos la unión indisoluble entre los discípulos del Señor, de los cuales “unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; otros, finalmente, gozan de la gloria”[vi] Los peregrinos oramos por los que se purifican, los que han triunfado con Cristo oran por los que se purifican y por los que peregrinamos aún.


En realidad, hay una sola Liturgia Eucarística eterna, hay una sola Misa (que incluye la Iglesia peregrina, purgante y celeste), y ésta tiene lugar en el Cielo de manera continua … todo el tiempo.


El Catecismo nos enseña que “en la liturgia terrena pregustamos y participamos en aquella liturgia celestial que se celebra en la ciudad santa, Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, donde Cristo está sentado a la derecha del Padre”.[vii]


El teólogo y profesor de Sagrada Escrituras Norteamericano Scott Hahn explica en su libro ‘Las Bodas del Cordero’: “Vamos al Cielo cuando vamos a Misa … Y esto no es sólo un simbolismo, una metáfora, una parábola, una figura literaria. Es real … ¡De veras vamos al Cielo cuando vamos a Misa! Y esto es verdad en cada Misa que asistimos, no importa la calidad de la música o el fervor de la predicación … La Misa –y me refiero a cada Misa en particular – ¡es el Cielo en la tierra!”


Animémonos cada día a aprender sobre la riqueza de nuestra hermosa Liturgia. Como músicos y ministros de música en la Iglesia debemos conocer la fe que cantamos. Los cantos han de ser educadores de la fe de la Iglesia y nosotros estamos en una posición privilegiada ya que – al ejercer nuestro ministerio – nos convertimos en canales de la gracia de Dios. No olvidemos que la Misa es un reflejo del Cielo.


El apóstol San Pedro nos recuerda: “Santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia” (1 Pedro 3:15)


Dios no llama a los capacitados; sino que capacita a los que llama.


Angel Correa

M.A. Teología Dogmática


[i] Cantemos al Señor 118 [ii] Cantemos al Señor 118 [iii] Gelsomino del Guercio - publicado el 25/02/15 | ¿Por qué es importante el silencio durante la misa? [iv] Cardenal Robert Sarah / Crédito: Bohumil Petrik (ACI Prensa) [v] Escritos Esenciales del Padre Romano Guardini P. 134 | LTP Publicaciones [vi] N. 49 Lumen Gentium (VII): La Iglesia Peregrina, Purgante y Celestial [vii] El Catecismo de la Iglesia Católica N. 1090



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