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El Gloria: ¿Podemos Substituirlo en la Misa?

La liturgia no es el culto de un grupo, o de una pequeña comunidad parroquial, sino que cuando entramos en la liturgia, entramos en la alabanza del Cielo, junto con “todos los ángeles y los santos del cielo,” y a la vez todos los miembros del Cuerpo Místico de todos los tiempos.


El Gloria es un “himno antiquísimo y venerable con el que la Iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y glorifica y le suplica al Cordero” (IGMR, n. 53).


Este canto es una hermosa Doxología o alabanza a Dios, que nos llega de las primeras comunidades cristianas. Forma parte de los cantos del ordinario de la misa. Normalmente se recita sólo, pero esto contradice su naturaleza (ya que es un himno, un canto de la Asamblea). Debemos siempre tratar de cantar o entonar el Gloria.


En la misa el canto del “Gloria,” puede muchas veces convertirse en un reto para músicos y coros debido a la complejidad de su estructura musical y también – aunque no siempre - al poco entrenamiento o capacidad musical de nuestros músicos y coordinadores de música. Tanto así, que lamentablemente experimentamos alteraciones y hasta substituciones de éste himno doxológico.


Hoy día, uno de los ejemplos más comunes es cuando cantamos o escuchamos en las parroquias el himno de los “querubines”: “Santo, Santo, Santo… dicen los querubines, Santo, Santo, Santo al Dios de Israel” en el lugar del Gloria (no alterado) sugerido por la Iglesia en sus libros litúrgicos. Aunque el canto de los “querubines” es un himno de alabanza hermoso y popular entre mucho

s “grupos,” NUNCA debe substituirse por el canto del Gloria sugerido por la Iglesia universal en el Misal Romano.


Es muy importante que la letra no sea cambiada con respecto al texto litúrgico (que un canto diga “Gloria”, no significa que pueda ser utilizada en este momento de la celebración).


Existen otros momentos en la liturgia o en su tiempo litúrgico donde se puede emplear apropiadamente este canto: «Admitir cantos “que a menudo se encuentra en los cantos populares con el propósito de conseguir una “liturgia del momento” es degradar la liturgia, exponerla al ridículo e invitar al fracas». (La Música en el Culto Católico, 25)


La Instrucción Redemptionis Sacramentum, de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (25/03/2004: AAS 96 (2004) 549-601), dice: «Cese la práctica reprobable de que sacerdotes, o diáconos, o bien fieles laicos, cambian y varían a su propio arbitrio, aquí o allí, los textos de la sagrada Liturgia que ellos pronuncian. Cuando hacen esto, convierten en inestable la celebración de la sagrada Liturgia y no raramente adulteran el sentido auténtico de la Liturgia».


San Pío X, hablándonos de los textos litúrgicos decía «Estando determinados para cada función litúrgica los textos que han de ponerse en música y el orden en que se deben cantar, no es lícito alterar este orden, ni cambiar los textos prescriptos por otros de elección privada, ni omitirlos enteramente o en parte…», y también: «El texto litúrgico ha de cantarse como está en los libros, sin alteraciones o posposiciones de palabras, sin repeticiones indebidas, sin separar sílabas, y siempre con tal claridad que puedan entenderlo los fieles». (Motu Proprio Tra le sollecitudini 1903)


La única excepción a esta regla es en las celebraciones con participación de niños, por ejemplo, primeras comuniones. En efecto, el Directorio Litúrgico para las misas con Participación de Niños, en su numeral 31 nos dice: “en orden a una participación más fácil de los niños en los cantos del "Gloria", "Credo", "Sanctus" y "Agnus Dei", pueden emplearse con temas musicales adecuados, interpretaciones populares aprobadas por la autoridad competente, aun cuando no concuerden plenamente con los textos litúrgicos”.


Por Angel Correa M.Th.


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